Primera parte: alternativas de sistemas y la opción uruguaya.
A lo largo de la historia, es posible distinguir distintas evoluciones de los regímenes de previsión social. Desde los sistemas más antiguos, donde eran las propias familias quienes se ocupaban de los mayores, pasando por las reformas de Bismarck en el siglo XIX y hasta nuestros días, con sistemas de reparto puro, de capitalización pura o de una combinación de ambos.
- Sistemas de reparto
Estos regímenes tenían sentido cuando la esperanza de vida era muy baja. En el Siglo XIX, la mayor parte de la población vivía muy pocos años después de su retiro: la esperanza de vida promedio estaba en los 45 años.
A medida que la gente empieza a vivir más, estos sistemas han demostrado no ser sostenibles. La esperanza de vida al nacer ronda los 78 años, pero la esperanza de vida si la persona llega a la edad de 60 ó 65 años, que es la edad de jubilarse, en la mujer es de 86 años y un poco menos en los hombres.
A ello se agrega que en las sociedades modernas, cada vez nacen menos niños, con lo que la relación entre los adultos mayores y los jóvenes ha crecido en forma ininterrumpida.
En resumen: vivimos 20 años dependiendo de nuestras familias, mientras somos chicos y estudiamos; ahorramos luego 30 años de nuestra vida el 22,5% de nuestro sueldo con aporte patronal y personal (siempre y cuando no estemos en la informalidad) pero al jubilarnos queremos vivir más de 20 años con una jubilación que sea el 70% del sueldo que teníamos en actividad1. Esa combinación es realmente muy difícil de lograr.
- Sistemas de capitalización pura
El fracaso de los sistemas de reparto, llevó a varios países a ir a nuevos regímenes como el de capitalización pura. Este es el caso de Chile que en perspectiva, si bien ha logrado importantes resultados en materia de rentabilidad para los trabajadores cotizantes, incremento del ahorro y contribución al Producto Bruto Interno (PBI), no ha tenido el acompañamiento de otras políticas para lograr una mayor cobertura y suficiencia de las jubilaciones, puesto que no existe una red de contención mínima para quienes por algún motivo no pudieron (o no quisieron) aportar. Es muy difícil para una sociedad moderna, resistir que haya compatriotas que en su vejez quedan al margen de una prestación digna.
- La opción uruguaya: el Sistema mixto
Ante el colapso del sistema de reparto del Banco de Previsión Social (BPS), cuyo déficit alcanzó a más de cuatro puntos del PBI hacia fines de la década del 90, en Uruguay se realizó una reforma de la seguridad social y se optó por un sistema mixto, que combina un sistema de reparto (BPS) con uno de capitalización individual en cuentas administradas por entidades especializadas: Administradoras de Fondos de Ahorro Previsional (AFAP). Hasta un determinado nivel de ingresos que hoy se ubica en los $62.800, no existe obligación de tener una cuenta en una AFAP y todos los aportes pueden ir al BPS. A partir de ese nivel salarial, sí existe la obligación de que los aportes se repartan entre BPS y la cuenta del afiliado en su AFAP. Igualmente, el 90% de los trabajadores que ganan menos de $62.800 se afilian voluntariamente a una AFAP porque su tasa de reemplazo (jubilación estimada sobre sueldo) es mayor que si sólo aportaran al BPS, sobre todo cuando se es joven.
Esta reforma dio resultado y el déficit del BPS comenzó a reducirse año tras año. Sin embargo, la ley 18.395 de 2008, que redujo los años de aporte necesarios para jubilarse, llevó a que otra vez este déficit resultara creciente y así, se ubicó en más de 1% del PBI en los últimos años. Pero lo más grave es que los aportes patronales y personales financian sólo el 50% de los gastos del BPS, y toda la sociedad, a través de recaudaciones de tributos afectados y recursos de rentas generales tiene que contribuir a cerrar esa brecha, con lo que el problema de sostenibilidad vuelve a ser acuciante.
Los sistemas mixtos han demostrado ser bastante más acordes al siglo XXI, por algo casi todos los países europeos están tendiendo a tener una base similar a la de reparto y un complemento obligatorio o voluntario de capitalización individual.
Así pues, en Uruguay estos dos sistemas conviven y son complementarios: la mayor parte de los aportes jubilatorios sigue yendo al Banco de Previsión Social (la totalidad del aporte jubilatorio patronal y aproximadamente el 50% del aporte personal ya que el restante 50% va a la cuenta individual de cada trabajador en su AFAP).
Al momento de su retiro el trabajador tiene dos ingresos complementarios: una jubilación que le otorga el BPS y, a partir de lo que ahorró en su AFAP, una renta vitalicia que le va a servir una compañía de seguros elegida por él mismo al momento de jubilarse.
Hoy hay ya más de 1.450.000 trabajadores afiliados a las AFAP y esta es una cifra importante teniendo en cuenta que este sistema sólo cubre a las cajas que están en el sistema del BPS; no incluye, por tanto ni caja profesional, ni policial, ni militar, ni notarial, ni bancaria.
Y lo más interesante es que hoy los trabajadores tienen ahorros previsionales en sus AFAP por más de 14.800 millones de dólares: 26% del Producto Bruto Interno de Uruguay. Es una masa de ahorro como nunca se había dado en la historia del país.
Ese fondo se invierte en diversos instrumentos para generar rentabilidad en la cuenta de cada afiliado: Títulos del gobierno, Depósitos, Bonos de organismos internaciones de crédito e inversiones en el sector productivo del país: forestal, agrícola, infraestructura (escuelas, energía, aeropuerto, rutas), entre otros. Ya hay más de e 2.500 millones de dólares invertidos en el sector productivo y con potencialidad de invertir más aún.
El fondo total se compone de dos subfondos que se relacionan con la edad de los afiliados: Subfondo de Acumulación para los trabajadores menores de 55 años y Subfondo de retiro a partir de dicha edad. Así, a partir de los 55 años, pasa dinero del Subfondo de Acumulación al Subfondo de Retiro, gradualmente hasta llegar al 100% a los 60 años. Este Subfondo de Retiro tiene básicamente las mismas inversiones permitidas que el de Acumulación, con menos duración y con exclusión de inversiones en el sector productivo.
En el sitio en internet de UniónCapital, la persona que está afiliada entra con su cédula y puede ver, en qué están invertidos sus ahorros y puede estimar con cuánto se va a jubilar y eso es muy importante para reforzar el concepto de pertenencia: son ahorros propios, inembargables, que nadie le puede quitar y que están para complementarle la jubilación de BPS en su vejez.
Veamos dos ejemplos de personas con edades y sueldos diferentes y por tanto, con distintos ahorros acumulados: en qué están invertidos sus ahorros y con cuánto se estima que se pueden jubilar si siguen la trayectoria observada hasta el momento.
Pero ¿cómo rindieron esas inversiones de los ahorros de los trabajadores afiliados?; ¿fueron o no rentables?
Si miramos todo el período desde que comenzaron a trabajar las AFAP (1996), se puede apreciar que han logrado una rentabilidad del 7% anual, en términos reales, es decir, por encima de la inflación: una rentabilidad muy importante que difícilmente puedan igualar otras inversiones financieras teniendo en cuenta que desde 1996 hasta ahora, el país tuvo la crisis del 2002 y el mundo la del 2008.
Uruguay ha avanzado en materia de seguridad social respecto a otros países. Con ello evitó el colapso del régimen de reparto (BPS) hacia fines de los años 90. Sin embargo, estos sistemas son vivos, requieren reformas de segunda generación, máxime cuando las tendencias del pilar de reparto lucen preocupantes. No todas las normas aprobadas en los últimos años van en el sentido correcto. Es necesario corregir y avanzar en la consolidación de un sistema mixto sustentable y con prestaciones dignas para los trabajadores en su etapa de retiro.
En la próxima nota analizaremos los desafíos que tenemos por delante tanto en el pilar de reparto, como en el de cuentas individuales, como en el de desacumulación (jubilaciones y rentas vitalicias) y compartiremos algunas reflexiones de economía política y del comportamiento de los uruguayos.
170% es una especie de “número mágico” que las personas tienen en su cabeza cuando se les pregunta con cuánto se quieren jubilar respecto a su salario.
Ec. María Dolores Benavente
Acerca del autor: Ex Gerente General de AFAP Itaú